AL PRECIO DE SALVACIÓN
8 de mayo de 1987
Infeliz de aquél que no tiene fe. Pobre de aquél que duda de las promesas de su Dios.
Miren que vengo en cualquier tiempo, a veces antes de lo previsto, y a veces alargo vuestro tiempo intencionalmente antes de llegar a vuestras vidas, para que deseen ardientemente encontrarme y así al hallarme, estén fijos en mí, como los clavos que sostuvieron mis manos en la cruz. Ustedes son tan míos como mi llaga y mi corona, ustedes son tan míos como mi cruz y mi manto, pues con mi sangre los he comprado al precio de salvación.
Sí, hay bendición para todos, sí que la hay cuando está el Señor. Bendición es compromiso, bendición es exigencia de amor de Dios y de la criatura.
Mi bendición compromete, marca y sella como seguidores míos a los que la reciben y pobre de aquél que la reciba en vano, pobre de aquél.
También los objetos quedan benditos y las imágenes, como esta casa.
La madre concede tres gracias a aquellos que durante tres domingos seguidos comulguen en estado de gracia en honor a su advocación de Nuestra Señora de Fátima y acompañen al santo sacramento durante cinco minutos luego de terminada la misa.
Y la bendición desciende ahora en ustedes en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Volved a la verdad, dice el Señor, retornad al sendero recto y obtendrán premio eterno. La paz sea con ustedes.
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