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NO SIRVE PARA APÓSTOL EL QUE NO SABE
BAJAR SU CABEZA FRENTE AL SEÑOR

20 de junio de 1987
Cenáculo María Reina de los Ángeles

Dice el Señor: ¿Qué es ese espíritu de necedad?, ¿qué es ese desafío al Señor?, ¿quién se atreve a enfrentarse a mi Palabra? Hasta las cosas más ocultas serán puestas a la luz y hasta los defectos más íntimos conozco Yo mejor que ustedes, ¿y os atrevéis a querer juzgar mi Palabra?, que poco sabéis entonces del verdadero Dios y cuánto creéis saber de un ídolo cuya imagen se adora pero cuyo Espíritu no se acepta ni se incorpora en vuestra vida. Ese es el necio, aquél que oye y deja correr sin cumplir, aquél que usa la voluntad para esquivar el compromiso. No sirve para apóstol el que no sabe bajar su cabeza frente al Señor, todos y uno es igual ante mí. Hablo a todos y hablo a uno, cuando y como quiero.
Hoy son dignos de mi misericordia y amor, pues es lo que tengo reservado a los afligidos como ustedes, a los pecadores como ustedes, a los quebrantados como ustedes, pero voluntariosos como algunos de ustedes.
Alejen el temor, recuerden a Adán en el paraíso, se escondió de la presencia del Padre, pues su pecado lo hacía indigno, no procedáis ustedes así, mirad que no hay lugar, ni abismo, ni nube, ni roca que pueda cubriros de mi visión. Poco sois y mucho seréis conmigo, poco podéis y todo lo haréis de mi mano, poco dáis ahora, mas debéis dar en adelante.
Nadie viene a quitar lo que el Señor ha puesto y nadie pone nada sin el consentimiento del Señor. Ahora ya han sido puestos en su lugar, aún alza la voz algún atrevido en contra de la construcción de mi Iglesia, pero ya ha sido anotado en el libro de la vida y ya se le tendrá en cuenta en el peso de su balanza. No juzguéis ustedes, pues no tenéis autoridad, solo orad más, sacrificaos más, aceptad más, enclavad y destruíd a ese hombre viejo que tironea vuestros vestidos hacia atrás y no os deja; haced como el muchacho que al tirar de sus vestiduras aún me siguió sin sus ropas, aún corriendo. No os atéis a las cosas de este mundo o terminaréis como él. Eleváos y Yo os sostendré en alto, ved que pronto vengo a pedir cuenta por vuestra deuda de amor hacia mí y pronto puede ser también hoy para muchos, no descuidéis ni un minuto.
Él1 conduce,2 Yo guío e inspiro, ustedes seguid el camino y vuestra conciencia os dirá donde está la verdad. Luego os bendeciré, pero recordad que aquél que se averguenza de mí delante del mundo, será causa de vergüenza y escándalo para mí en el último día y reprobado quedará por su mal testimonio, porque fe es acción y no solo palabras, creed y veréis, continuad con la oración.
Dice el Señor que prestemos mucha atención a lo que sucede, que si el norte se resquebraja y el este pierde vigencia y el oeste se hunde, nuestro sur debe permanecer intacto, nuestro país debe ser el que oye. Yo lo nombro, dice el Señor que Él lo nombra como “tierra que oye”.
Aquí está la “tierra que oye” pero dejad paso a esas palabras hasta llegar al corazón u os quedaréis a mitad del camino.
Yo os doy mis gracias, os entrego mis palabras, os ilumino el camino, os doy fuerza, pero hasta ahora todo lo hago Yo, ¿dónde están ustedes?, os llevo guardados en mi corazón porque no puedo renunciar a mi amor hacia ustedes, pero miren como el horizonte se enrojece y ya el día cae. La noche avanza en esta tierra y la “tierra que oye” debe hablar, porque lo que se oye en secreto debe gritarse en las azoteas, porque toda palabra es dicha para bien de todos y el que guarda lo bueno lo convierte en malo,3 pues es bueno para todos y por todos y el egoísmo corrompe la verdad.
Aquí hay un centro, un cenáculo, un lugar donde se reza y debe llamarse, “María Reina de los Ángeles”, pues ellos asistirán a todos los que concurren aquí en forma especial.
Sean cautelosos porque el enemigo ronda como león hambriento buscando a quién devorar, permaneced a mi lado y veréis claro.
El nuevo día trae bendiciones para todos, eso haré al final también para ustedes. Vuestros enfermos serán benditos también pero necesito de sus oraciones, necesito que sean libre puente entre mi corazón y los que no me conocen pues al verlos deben verme y al oírlos deben oírme y así creerán en mí y no en ustedes.
La palabra se lleva sobre los hombros como la cruz, no en la boca solamente, se lleva en los actos y pesan, pero, más pesan mis gracias, y más tendrán luego.
Feliz el que reconozca mi presencia en la sagrada especie porque recibirán mis consuelos para siempre. Continuad y luego os bendeciré. Va a dar la bendición el Señor ahora.
Está allí la enorme cruz otra vez, allí colocada sobre todos los objetos, ella es la que está bendiciendo, esta bendición es especialmente para alejar las influencias malignas, los espíritus que trabajan en contra del Señor y que siguen a su enemigo, serán alejados a través de estos objetos con bendición y poder especial.
Tambien María va a bendecir hoy pues su pureza hace efectiva esta bendición en contra del maligno. También está San Miguel Arcángel para la bendición, con su enorme espada está ahí, él va colocando la espada sobre los objetos, y, ¡uy como pesa, como pesa esto!, dice que no sea en vano la bendición y el que entrega cosas para bendecir entrega también su voluntad para seguir al Señor, sino de nada sirve esto, no son amuletos de suerte.
Pide el Señor que guardemos silencio en la bendición y que nos pongamos de rodillas. Bendice el Señor, eleva su mano derecha ahora y está bendiciendo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Retira San Miguel ahora su espada y la santa Madre de Dios también retira su mano. está allí, solo se ve a la Virgen ahora, con los brazos abiertos y mostrando una cinta que tiene entre sus manos, ¿qué es eso?, es una vincha, se lee allí “convertido” y dice que esa debe ser nuestra señal, y que si nos convertimos al Señor, Ella misma pondrá sobre nosotros y anudará en nuestra frente esa vincha de “convertido” para que el mundo sepa que hemos cambiado de camino y seguimos al Señor. Gracias Señor y gracias Madre, también ahora va a hacer la bendición de las personas sin retirar nada, están bendiciendo ahora, imponen las manos, se ve ahora esa enorme cinta, esa vincha blanca y sus letras en negro que dice: “convertido”, que nos hagamos también dignos de esto por nuestra fe. Está bendiciendo ahora a todos los que estamos aquí y va a dar la bendición a través de las manos, aunque estén así cargadas,4 porque lo que pasa es la bendición y no el gesto, bendice el Señor en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Dice el Señor: Creed en mí y Yo habitaré en ustedes, sed benditos, la paz queda con ustedes.

Lecturas: Hebreos, Cap. 10, Ver. 32 al 39; Colosenses, Cap.1, Ver. 3 al 14; San Marcos, Cap. 14, ver. 51 y 52.


1 vidente.
2 esta Obra.
3 Lo que viene de Dios es para el bien de toda su Iglesia.
4 suelen colocar sobre las manos del vidente los objetos piadosos para bendecir.




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