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UNIDAD Y ORACIÓN: EL SECRETO DEL TRIUNFO

San Luis, 12 de marzo de 1988
CAPILLA DE LA MEDALLA MILAGROSA

Ya está el Señor cerca nuestro y quiere que estemos en disposición para oír sus palabras.
Amados hijos de Dios, he venido aquí hoy a buscaros personalmente. Sabed que gran falla de vuestra parte es no admitir la presencia del enemigo y no aceptar que la serpiente engañadora circula libre por vuestro mundo, insidiando a mis hijos predilectos, los sacerdotes, y a todos los demás integrantes de mi Iglesia, buscando vuestro hundimiento. Ya os he dado y os daré nuevamente el secreto del triunfo contra esta escalada mortal del demonio: Unidad y oración. Olvidad aquellos términos que os separan, descargad de vosotros los orgullos. Partid de la base del amor y lograréis triunfar. Aprended de vuestra Madre, Ella es el modelo perfecto de entrega. Unidad: siempre unida a los apóstoles, en cuerpo y espíritu, y oración: No emprendáis uno solo de vuestros días sin elevar los ojos al Cielo, sin extender vuestras manos y decir: “Gracias Padre Celestial por darme una nueva oportunidad”. Y sabed que cada día que vivís es esa oportunidad. Sois los hijos pródigos, a los cuales el Padre espera.
Sé bien que estáis necesitados y veo en vosotros grandes calamidades y problemas personales, particulares, pero sabed que sobreponiéndoos a todo eso, debéis abrazar la fe, debéis ofreceros como víctimas por aquellos hermanos que no han conocido la Palabra o que no la aceptan. No es fácil, hijitos míos, no es sencillo ovejas de mi grey, pero Yo, vuestro Pastor, os he dado el primer ejemplo, luego vuestra Madre y ahora vosotros. Os pido entrega incondicional a mi Voluntad y veréis como brilla el sol de la gracia en vuestro interior. Así irradiaréis paz, a través de vuestra mirada, amor, a través de vuestras obras, misericordia, a través de vuestras intenciones, y seréis signos de armonía, seréis lazos de unión de las almas a mí, a través de mi Esposa la Santa Iglesia.
No creáis que estáis abandonados de la mano de vuestro Dios ni creáis ser indignos de su gracia. Yo se bien cuánto necesitáis y qué, cada uno de vosotros. No os desesperéis, pues ese es trabajo del enemigo, mantened esa esperanza bien firme, a los pies de vuestra Madre. Si vosotros no lo lográis, Ella todo lo logra de mi corazón, recurrid siempre a Ella. Os doy la Paz, bienamados, pero no os quedéis solo en eso, trabajad, luchad, ayudad. Deben conocer mi Palabra y mis sacramentos todos los hermanos de la tierra. Haced de vuestras vidas auténticos evangelios vivos.
Y a vosotras, hijas mías consagradas1, os digo, sabed que la gran parte de vuestros sufrimientos ofrecidos a mí corresponde a las grandes gracias que obtendrán estos pobres hijitos necesitados. No olvidéis la alegría en la entrega que es la llave que abre las gracias, os amo a vosotras preferencialmente, y a todos estos, con amor de Padre.
Os bendigo y doy la paz, en el nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Sabed que este cielo y esta tierra pasarán pero toda Palabra salida de mi boca se cumplirá infaliblemente. Tened paz, hijos míos, guardad lo mandado.

Lectura: Hechos de los Apóstoles, Cap. 5, Vers. 12 al 16.


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