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Edición Nro. 6

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SABED QUE NO PROVOCO
DIVISIONES EN MI IGLESIA

CAPITAL FEDERAL, 6 de agosto de 1988
CENÁCULO MARÍA, REINA UNIVERSAL, VOZ DEL CIELO PARA LA SALVACION DE LA ALMAS

(Por pedido del Señor esta reunión es con los sacerdotes que participarán en la Reunión del Reencuentro con el Señor)
Descienda mi paz a vosotros, pastores y ovejas de mi grey, amados de mi corazón, tiernos brotes del árbol de la salvación.
No os daré un discurso teórico ni os daré medidas personales que debáis acatar en el día de hoy, simplemente os ratificaré mi apoyo por vuestra valentía, mi bendición por vuestra entrega y mi compañía en vuestras tribulaciones que no serán pocas mas Yo las compartiré con vosotros pues muchos han sido llamados pero pocos los elegidos para esta oportunidad. Solo deseo realizar a vosotros un pedido. En un día tan importante debéis transmitir con vuestros gestos, palabras, mi presencia entre vosotros en todo momento. Tened paciencia, pues gran parte de esa multitud hasta ese día se haya perdida como oveja sin pastor y seréis vosotros mis representantes quienes me llevarán a ellos.
Sabéis bien lo que sucede con un gobierno cuando existe mala administración. Vosotros sois los administradores de mi gracia y no tenéis ese ministerio en vano ¿verdad?
Dadles del tesoro de la misericordia que abunda más allá de lo que el hombre puede abarcar y habladles con firmeza de la Justicia Divina, que espera y espera, pero existe.
Debéis tratar de no perder el fervor en ningún momento de esta Reunión que será al aire libre demostración pública de fe, y en el momento que me haré presente con mayor fuerza, con mi presencia auténtica sacramentalmente entre vosotros, ahondad el recogimiento y la piedad y transmitid estos sentimientos a la multitud pues Yo, el Señor, hecho Pan estaré entre vosotros e irradiaré luz de gracias a mis amados.
Sabed que no provoco divisiones en mi Iglesia pero donde hay ovejas reunidas en mi nombre allí debe haber pastores para que los lobos no aprovechen.
Y toda plegaria es elevada hacia mi corazón y allí se mantiene la unidad. Las distancias geográficas no importan.
Finalizada la Santa Misa, sed vosotros quienes bendigáis a toda esta gente reunida. Dadles en mi nombre este saludo: La paz os acompañe, el amor os guíe y la fe os fortalezca en las pruebas. Bendición del Señor, bendición de amor a sus ovejas.
Y a vosotros que permanecéis en la firmeza os bendigo y doy la paz en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
No temáis, no os turbéis aún vuestras propias familias no os comprenden y vuestros propios compañeros no os aceptan pero allí es donde Yo os quiero y donde valéis pues vosotros sois lo que Yo veo y no lo que ve el mundo. Paz a vosotros.

Lectura: San Juan, Cap. 21, vers. 15 al 19.





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