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VEO QUE MÁS DE TEMER
POR VUESTRO DESTINO,
MUCHOS DE VOSOTROS TEMÉIS A LAS
EXIGENCIAS QUE ESTA OBRA TRAE APAREJADAS

21 de febrero de 1990

La paz a vosotros, ovejas de mi grey.
Veo que más que temer por vuestro destino muchos de vosotros teméis a las exigencias que esta Obra trae aparejadas como si de ellas pudiera surgir un corte en vuestra vida, como si el Señor estuviera cercenando vuestros derechos ilegítimamente, como si mis pedidos, en lugar de acercaros a la felicidad os hundiesen en la desdicha.
No reaccionéis así frente a mí. Es verdad que soy exigente, mas mi amor y misericordia no se apartan de aquellos que se esfuerzan por seguirme y no abandonéis esta Obra pensando: «es mucho para mí», pensando: «no es mi vocación seguir en esto», pensando: «mejor y más tranquilo estaré manteniéndome alejado», porque nada lograréis fuera de mí y en este tiempo tan importante cada soldado me interesa. El entrenamiento ha sido largo y arduo mas la batalla en sí es siempre más fragorosa que el entrenamiento y en ella se ve verdaderamente si los soldados son aptos para la pelea. Y sabed que no hablo de lucha física ni de armas humanas. Os he dado el ayuno, la oración, os he pedido que recibáis los Sacramentos dignamente, que leáis mi Palabra y que llevéis la misericordia en obras, esa es la lucha, la lucha por perseverar en el bien, no hay otra. Os lo he dicho y os lo repito: no es una lucha de discusiones, no es una lucha en los tribunales de la tierra, no es una lucha violenta tal cual vosotros la conocéis pero os aseguro que lo que está en juego es mucho más grande que lo que se ha puesto en juego en cualquier guerra de las que han existido y de las que vendrán juntas. Porque estáis luchando por el destino de muchas almas.
De nada valdrá al mundo conquistar galardones humanos, vosotros no penséis así, pensad, vivid y actuad acorde a mis enseñanzas y obtendréis la felicidad anticipada en esta tierra y el gozo eterno en el Reino de los Cielos.
Tened paz y animáos, todos sois necesarios, todos debéis participar, venid a mí todos y bebed del manantial de agua pura que brota de mi Corazón.
Yo os bendigo para que fructifiquéis en abundancia, dad siempre honor al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Todo lo hallaréis en mí, todo lo perderéis sin mí.
Paz a vuestras almas.

Lectura: II Samuel Cap. 15, Vers. 14 al 15.





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