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Edición Nro. 22

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LA JUVENTUD

9 de mayo de 1990

La paz con vosotros, ovejas de mi grey.
La voz de vuestro Maestro vuelve a hacerse oír pues es necesario que vosotros y todos los hombres de buena voluntad vuelvan a recordar la sana Doctrina que he dejado como santo legado, a través de mi Iglesia, que con el tiempo, debido a las intromisiones del príncipe de este mundo, se ha ido deformando, perdiendo, olvidando, ocultando, para que las almas, día a día, encuentren más difícil el camino. Mas no permitiré que todas perezcan sino que vendré Yo mismo como estoy viniendo y me presentaré como lo estoy haciendo ahora con la luz de mis enseñanzas, para iluminar el sendero de aquellos que con corazón arrepentido desean volver a mí y con buena voluntad desean servir al Dios viviente.
Sabed que uno de los grandes problemas que enfrenta la humanidad de este siglo es la rebelión de la juventud que se ha transformado en todas partes en un monstruo indomable, sin ideales concretos, sin base firme, sin aportes, una juventud vacía, temporalista, sensual, a tal punto que la misma Iglesia intentando captar a estos jóvenes, ha desfigurado la imagen de lo sagrado dejando que ésta sea salpicada por el barro del mundanismo y es así que muchos jóvenes se acercan a la Iglesia porque ya no es Iglesia, para que siga no siendo Iglesia destruyendo lo poco de sagrado que en los templos quedase. Aún hoy ultrajan mi presencia en el Santísimo Sacramento del Altar con sus modas escandalosas y con sus comuniones sacrílegas. Buscad bien y no hallaréis un joven, en muchas comunidades, que sepa acercarse dignamente al Sacramento de la Penitencia; buscad bien y veréis cuán difícil es hallar un joven que conozca la sana Doctrina y esto es porque todo se les ha permitido con tal de que ocupen los lugares vacíos y se cree que un templo estando lleno, es una Iglesia floreciente, mas no es así, pues llenad un cementerio de cadáveres y jamás allí habrá vida. No traigáis pues vosotros, pastores de almas, más dolor a mi corazón, refrenad los sacrilegios, cortad esa libertad desenfrenada que habéis dado buscando amistad con el mundo, sabed detectar a aquellos jóvenes que con auténtica vocación se han acercado a los templos y han terminado siendo motivo de burla, o siendo uno más bajando los brazos. No habéis aprendido aún... no habéis leído lo que pedía al joven rico. Para entrar en mi corazón se debe dejar todo: los pecados, las malas compañías, las modas, los vicios, las malas costumbres, la frecuencia en los lugares que pueden ser ocasión de pecado o escándalo. Ahora bien: ¿qué hacer? Cuántos de nuestros jóvenes, amados, bautizados en mi nombre, caen en manos de sectas que practican rituales satánicos; cuántos de estos amados jóvenes ingresan en los movimientos parroquiales esperando encontrar en ellos algo que los haga realmente útiles al Señor y allí terminan, simplemente en un anhelo, solo encuentran lo mismo que en cualquier organización mundana: un “club” de esparcimiento o un lugar de reunión. Ni siquiera las buenas compañías están garantizadas, entre los jóvenes que concurren a las parroquias, es necesario que os diga que así es. ¿Necesitáis acaso que os muestre ejemplos? ¿O no veis vosotros lo que vuestros jóvenes hacen? Ante esta situación se deben encarar tres caminos. En el primero: los padres de familia, tratar de llegar a un verdadero acercamiento con los jóvenes, planteándoles el porqué y para qué de su vida y el valor de su alma; en segundo lugar: los educadores, en los colegios y universidades, enseñad limpiamente el valor justo de la ciencia humana que no reemplaza al valor de la presencia de Dios, sino que realza aun más toda la Creación como un fruto de la misericordia divina y que el conocimiento ennoblece en la medida en que es utilizado en beneficio del prójimo; en tercer lugar: sacerdotes, religiosas, catequistas, movimientos de espiritualidad nuevos y antiguos, debéis revisar cómo os relacionáis con los jóvenes, ellos no buscan que vosotros seáis iguales a ellos, entendedlo, sino que los guiéis y les deis el ejemplo. No es necesario el mimetismo, ellos necesitan altos ideales para poder imitar y no que sus maestros terminen imitándolos. ¿Qué valor tiene la verdad si se cambia a cada momento ante la opinión de la mayoría? ¿ésa es la auténtica verdad? Mostrad firmeza en las convicciones, enseñad el camino recto, poned los límites justos y sobre todo: Enseñádles el verdadero valor de la palabra amor. Vuestros jóvenes, mis jóvenes, creen que el amor es una expresión física y lo relacionan únicamente al amor de pareja. Cambiad pronto esa falsa versión del amor de Dios y enseñádlo en su justa medida. Recordad mis mandamientos que no han cambiado: Amarás al Señor tu Dios y luego por extensión a tu prójimo, deseando para él lo máximo que es su salvación.
Pues bien, allí los tenéis y hay mucho por hacer, cada uno en su medida, trabajad. Si la juventud se ha pervertido no hay futuro para vuestra humanidad, si esta juventud de hoy no quiere saber nada de Dios... Dios se retirará definitivamente, porque pronto esa juventud será la totalidad de los habitantes de este planeta. Dejad huellas en ellos para que sepan elegir y no les marquéis valores que no son tales: el dinero, el poder, el placer, a nada llevan. Sigo llamando a todos aquellos que quieren unirse en esta lucha por la salvación, mas sabedlo bien: no admitiré oposición por empecinamiento o por comodidad, lo que está mal debe cambiarse, lo que está bien debe fortalecerse y no aceptéis opinión alguna, ¡oíd bien: no aceptéis opinión alguna de aquél que no practica lo que Yo he enseñado a través de mi Palabra y a través de mi Vicario en la tierra (S.S. Juan Pablo II). Obedeced entonces a aquellos que hablan y actúan consecuentemente con mis deseos. Solo si son hombres espirituales darán verdadera luz desde cualquier puesto que ocupen y no temáis a nadie pues Yo estaré con vosotros siempre si os mantenéis fieles.
Tened paz, orad y pedid por todas vuestras necesidades y enseñad a otros a acercarse a mí con confianza. Yo os bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Si vuestro ejemplo es suficientemente fuerte, las palabras estarán de más. Mi paz.

Lectura: Lamentaciones, Cap. 4, Vers. 16 al 18.





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