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Edición Nro. 26

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SI QUERÉIS CULTIVAR UNA VIRTUD
QUE SEA DE MI AGRADO,
CULTIVAD ESPECIALMENTE LA HUMILDAD

8 de febrero de 1991

Mi paz a vosotros, ovejas de mi grey.
Cuantas veces sea necesario, cuantas veces el tiempo así lo exija, haré uso de mi instrumento (vidente) para comunicaros mis palabras de verdad y de vida. Y en todo momento mi asistencia llegará a él para que pueda cumplir hasta el último momento de su vida fielmente con la misión que libremente ha aceptado y que Yo, vuestro Señor, le encomendé: llevar al mundo entero la voz de la misericordia.
Si queréis cultivar una virtud que sea de mi agrado, cultivad especialmente la humildad, aquella humildad que os pone al servicio de todos; si queréis realizar obras que agraden a mis ojos, realizad aquellas que nacen del sentimiento de amor hacia los demás: obras de caridad, hechas con caridad; si queréis elevar una oración que sea agradable a mí, orad como mi Madre os ha enseñado el Santo Rosario y practicad la devoción a la Divina Misericordia, en lo posible, frente a mi Cuerpo y mi Sangre en la eucaristía.
Buscad dentro vuestro y en todo momento motivos para humillaros, para orar, y para realizar obras de amor y así avanzaréis a paso firme por el camino de la misericordia.
No dejéis que otros hagan lo que vosotros podríais hacer ni abandonéis prontamente vuestra tarea por otra que os agrade más: Pensad siempre primero en el agrado de vuestro Señor y sabed que Yo os pondré, aún en las pruebas, como muralla firme e infranqueable; Yo os pondré en los combates espirituales como fortaleza impenetrable, como ejército invencible; Yo os pondré en los momentos de zozobra espiritual como arma, verdadera arma, que nunca será vencida ni quitada de mi mano, pues vosotros sois los elegidos de mi corazón para entablar la batalla.
Ponéos de rodillas para recibir la bendición: Mi misericordia que habita en este Santuario penetre vuestros corazones, os bendiga, os proteja y acompañe siempre y os haga fieles a mí hasta la muerte por más dolorosa que ésta sea. Yo os bendigo hoy en forma especial, recibid la fortaleza en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Por los pecados del mundo, realizad reparaciones y desagravios; por las faltas de vuestros hermanos, sacrificáos vosotros y encontraréis alivio en mi corazón.
La paz a aquellos que entienden la voz que habla a las almas.

Lectura: I San Pedro, Cap. 4, Vers. 7 al 11.





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