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Edición Nro. 38

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SOY, PUES, EL REY QUE INVITA
AL BANQUETE DE BODAS

14 de octubre de 1994

Mi paz con vosotros, ovejas de mi grey.
Duro y fatigoso será el camino de aquél que debe llevar mis palabras a los hombres pues la calumnia y la burla lo rodearán continuamente, la persecución y la asechanza amenazarán su vida y las fuertes tentaciones demoníacas no lo abandonarán de día y de noche intentando su perdición pues hay gran alegría en el Infierno cuando uno de mis mensajeros falla en su misión. Mas, feliz de aquél, siervo bueno y fiel a quién su Señor encuentre despierto a su Venida pues premiará esta fidelidad con el tesoro de la vida eterna y sufrimiento tras sufrimiento serán transformados en gozos, se secará toda lágrima, y Yo, el Señor, seré su compañero eternamente.
Difícil es y será que esta humanidad acepte a mis mensajeros pues aceptarlos significa retornar a mí renunciando a sus maldades y, como bien lo sabéis, no todos están dispuestos. Mas aún por esos pocos debo seguir enviando mi voz a través de los hombres hasta que se complete el número de los que me siguen fielmente. Por eso, no ceséis vosotros de apoyar este trabajo de transmisión de mi llamada hacia todas partes y hacia todo el mundo. Soy, pues, el Rey que invita al banquete de bodas y el que tenga su corazón en las cosas del mundo no sirve para el Reino de Dios.
Tened paz, cuanto más dejéis de lado por seguirme, más obtendréis de mí en esta y en la otra vida pues seguís la voz de Aquél que tiene todo poder en el Cielo, en la tierra y en los abismos.
Yo os bendigo, recibid mi bendición en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
No temáis, pues mi carga es suave y mi yugo ligero; no os encadenéis a aquello que molesta para vuestra salvación.
Y recordad siempre que el día del Señor está muy cerca. Paz.

Lectura: II Corintios, Cap. 10, Vers. 7 al 11.





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