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Edición Nro. 40

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MUCHOS ADJUDICAN HOY IGUAL PODER
A MI ADVERSARIO, EL DEMONIO,
QUE EL QUE YO TENGO SOBRE EL MUNDO

10 de marzo de 1995

La paz con vosotros, ovejas de mi grey.
Sabed que el Señor no elige instrumentos para esconderlos en lugares inaccesibles donde nadie pueda oír lo que dicen en su nombre, sino para que proclamen por todos los medios los mensajes que el Señor mismo pone en su boca. Porque vuestro Señor no realiza jamás obras inútiles y si en estos momentos se presenta aquí a hablaros es porque falta hace que así sea. No seré, pues, complaciente con nadie sino que diré la verdad y así veréis vosotros quién es mi digno discípulo y mi instrumento, si proclama tal cual Yo mismo lo digo las verdades que de mí salen, sin buscar agradar a los hombres y tocando los corazones en profundidad. Así sabréis que pertenece a los míos, a los que Yo he puesto como mi voz en el mundo.
Muchos adjudican hoy igual poder a mi adversario, el demonio, que el que Yo tengo sobre el mundo y este es un gravísimo error puesto que nada puede él contra mí ni contra mis seguidores, sino solamente aquello que por Voluntad de Dios es permitido, pues libres sois de elegir. Y si elegís al demonio por compañero, él tendrá influencia sobre vosotros, no por su poder, sino por vuestra entrega. Y Yo, vuestro Señor, nada podré hacer si os entregáis voluntariamente como esclavos suyos. Luchad, pues, por no caer en sus redes y sabed que nada puede hacer si no es por mi permisión, pues el temor en exceso a su influencia puede resultar perjudicial para vuestra salvación. No temáis, pues, bien sabéis que vuestra Madre ya lo ha vencido. ¡Qué no hará vuestra Madre por vosotros y por protegeros de tan peligroso enemigo!
Tened paz. Todos necesitáis de mi bendición y todos recibiréis abundantemente en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Si muchos acudiesen a mí e invocasen mi nombre solicitando mi ayuda: ¡qué distinto sería el panorama actual en la humanidad!, mas mientras el hombre se olvide de su Señor, nada alcanzará, sino sufrimientos. Recordad que aquí, en mi Santuario, siempre espero el regreso de las ovejas perdidas para llevarlas al redil. Paz.

Lectura: Romanos, Cap. 15, Vers. 1 al 8.





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