EN EL DESIERTO, NO HALLARÁ LA
HUMANIDAD LA VERDADERA PAZ
SINO SE VUELVE A MÍ
26 de mayo de 1995
Oíd y pensad bien, ¿a quién admira y desea imitar el pueblo: a aquel deportista que compitiendo deja todo de sí o a aquél que rehuye la competencia por creerse indigno de la misma o falto de fuerzas? Meditad y pensad bien, ¿qué soldado es más aclamado por la gente: aquél que interviene valerosamente en la batalla a riesgo de su vida y regresa herido y maltrecho, aún derrotado, o aquél que buscando salvar su integridad se queda en la retaguardia? Meditad bien y pensad, ¿qué clase de apóstol desea el Señor: aquél que da todo de sí por combatir en la salvación de las almas o aquél otro que esperando mejor oportunidad duda de dar un paso al frente y presentarse al servicio de Dios y de su Obra? Mirad bien y no demoréis el tiempo de vuestra entrega pues Yo os sigo esperando para que seáis míos y siendo míos tengáis la paz.
El Espíritu Santo se mueve sobre la humanidad buscando corazones limpios que le den abrigo y en aquellos que encuentra abiertos a su inspiración trabaja con un ímpetu sin igual. Esperad esta acción ansiosamente, llamad al Santo Espíritu para que actúe en vosotros y os transforme, no dejéis que pase cerca vuestro sin quemaros con su fuego, sin infundiros sus dones.
Tened paz. Yo os bendigo ahora y cada vez que os esforzáis por cumplir mi voluntad en vuestra vida en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”)
Como no se halla agua en el desierto, no hallará esta humanidad la verdadera paz sino no se vuelve a mí y a mi corazón misericordioso. Vosotros sois portadores de este mensaje. Paz.
Lectura: San Lucas, Cap. 8, Vers. 4 al 11.
COPYRIGHT BY FUNDACIÓN MISERICORDIA DIVINA
ASOCIACIÓN DE LAICOS CATÓLICOS