POR MI AMOR MISERICORDIOSO
5 de enero de 1996 | Primer Viernes de mes
Si un tribunal mundano se atreviese a perdonar a todos aquellos malhechores y delincuentes que ante él compareciesen, con la sola promesa de no volver a cometer sus delitos y arrepentirse de haber dañado a otros con su acción, ¿no creéis que muchos se presentarían frente a este juez buscando aliviarse de sus culpas y muchos más, con seguridad, tomarían otro camino? Ahora bien, si ésto que un juez simplemente humano puede realizar, ganaría a tantos, cuánto más Yo, Juez de toda la humanidad, puedo ofrecer en perdón y en misericordia a quienes a mí se acerquen arrepentidos sinceramente y con el propósito de enmendar sus vidas. Y esto es realidad por mi amor misericordioso. Las llamas de mi corazón consumen miserias, miserias y pecados de toda la humanidad. Invitad vosotros, invitad en mi nombre a todos a aprovechar este momento especial en que el Juez de jueces sentado en su Tribunal aún no aplica sus leyes sino que perdona misericordiosamente.
Quienes oigan la llamada y respondan, felices serán por siempre. Quienes se mantengan en su error están luchando contra algo más que un hombre.
Tened paz, Yo os bendigo y os repito mi mandato: sed mensajeros de mi amor misericordioso en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Mientras tengáis vida estáis a tiempo de retomar el camino. Nunca es tarde cuando en Dios se confía. Paz.
Lectura: Zacarías, Cap. 6, Vers. 9 al 15.
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