19 de julio de 1996
Si llegando a mi Santuario recordáis que algún hermano vuestro tiene algo en vuestra contra o habéis procedido mal con alguno de los que os acompañe, no iniciéis vuestra oración aquí sin pedir perdón y ser perdonados, pues bendito es aquél que se refugia en la misericordia y mil veces maldito será el que busca encontrarse con mi Justicia. Feliz el que perdona y es perdonado; pobre y desdichado el que muerde la mano que lo acaricia, el que desgarra las espaldas de quién lo carga, el que traba las piernas de quién lo guía. Siempre será éste, mi Santuario, lugar de misericordia y perdón. No os presentéis ante mí con cuentas pendientes con vuestros hermanos pues según lo he dicho: “nada impuro entrará en mi casa”.
Tened paz. Estad dispuestos a recibir lo que éste recibe, si estáis dispuestos a pasar las pruebas que él pasará. Yo os bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Feliz aquél que siguiendo el camino sirve de guía a otros pues obtendrá salvación para sí y para los demás y una multitud de pecados le serán perdonados. Paz.
Lectura: I Carta de San Juan, Cap. 4, Vers. 7 al 21.
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