Y RESECA, VUELVE AL ÁRBOL
9 de enero de 1998 | Primer Viernes de mes
Observad, pues, aquel árbol robusto y fuerte... cómo al ser agitado por terribles vientos, suelta aquellas hojas que no están perfectamente adheridas a él o que están secas; y esto es necesario para que la savia y la vida llegue a las demás hojas y las fortalezca. Así, unas se desprenderán y caerán para morir y ser pisoteadas; y a su vez, otras reverdecerán y se fortalecerán.
Ved, entonces, mi Obra, agitada por el viento de la tentación, la incertidumbre, la tibieza. Permito, entonces, esta agitación para que en ella se desprendan aquellas hojas secas, inútiles, y caigan, y no estorben el crecimiento de las otras, verdes, fuertes, que desean vivir adheridas al tronco, que soy Yo. Os repito: es necesario que estos vientos soplen para descubrir cuáles hojas permanecerán y cuáles perecerán.
Tened Paz. Yo os bendigo para que obtengáis auténtica fortaleza y enfrentéis los vientos venideros, adheridos a mí; recibid mi bendición en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Ninguna hoja, una vez caída y reseca, vuelve al árbol... recordadlo bien. Paz.
Lectura: San Lucas, Cap. 3, Vers. 1 al 6.
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