2 de octubre de 1998
Si aún hago oír mi voz entre vosotros es porque aún espero algo de vosotros, y vuestra respuesta debe ser para beneficio de las almas. Y si aún a través de este instrumento voy exhortando a la humanidad a un cambio es porque queda tiempo para este cambio, aunque no mucho, y muestra la validez de mi instrumento como tal. Mas, con o sin mi Palabra, vosotros habéis recibido ya una misión que cumplir junto a él y en conjunto: deberéis avanzar a pie firme recogiendo en el camino los frutos de vuestro empeño. No temáis, pues, como no temió mi antiguo pueblo al cruzar el mar, al acampar en el desierto o al ver la ira de Dios desatada a través de las plagas, pues la protección divina estaba con ellos. Yo seré para vosotros columna de fuego para alumbraros; seré estrella brillante que os tranquilice en las noches; seré roca que vierte agua para cambiar vuestra sed en alegría; y mucho más: seré todo para todos, si deseáis estar conmigo.
Tened paz, Mirad bien las trampas que os acechan en vuestro camino y no os dejéis seducir por lo fácil.
Yo os bendigo, recibid mi bendición a través de mis Arcángeles, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Será, pues, esta Obra la piedra que ha sido desechada por los constructores. Paz.
Lectura: I Timoteo, Cap. 4, Vers. 1 al 5.
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