8 de octubre de 1999.
Aquí estoy para cumplir mi promesa, pues Yo, vuestro Señor, jamás dejo abandonado a aquél que en mí confía.
Abrid los envases.
Sean bendecidas estas aguas como señal de mi misericordia, sirvan de protección contra todo mal y sean luz para enseñar el camino del bien a quienes las usen convenientemente. Yo, el Señor, bendigo estas aguas, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Ya he cumplido mi parte. Cumplid ese día la vuestra y muchos se beneficiarán. Paz.
Lectura: II Corintios, Cap. 10, Vers. 1 al 6.
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