31 de diciembre de 1999.
No viváis divididos en vuestro interior. No viváis compartiendo vuestro amor con Dios y con el mundo. No viváis quebrantados, buscando agradar a mis enemigos. No viváis pendientes de aquellos a quienes nada les importa la salvación. Manteneos dentro del mundo pero no toméis ejemplo de sus actitudes y enseñanzas. Sed luces vivas en aquellos lugares en que os toque alumbrar en mi nombre. Llevad paz a cada rincón del mundo, la única paz posible: la que nace de la gracia de Dios cuando reina en el alma.
No viváis divididos ni os arrepintáis nunca de servir al Señor, pues Él da el justo pago a cada uno según su tarea, y así será a su tiempo.
Tened paz. Yo os bendigo porque me habéis elegido como compañía en este día, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Una vez más, no compartáis vuestro corazón entre el bien y el mal, pues nada tienen que ver el Señor y su enemigo. Si sois míos me entenderéis. Paz.
Lectura: Hechos de los Apóstoles, Cap. 13 del Vers. 47 al 52.
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