14 de septiembre de 2007
¡Cuánto consuelo trae a vuestras almas en momentos de dolor la voz de un amigo, de alguien que os ama! ¡Cuánto más hoy, recibiréis consuelo al oír la voz de vuestro Dios que os ama más que nadie y que os desea todo bien! No podría llamarme Padre si no os tratase como a hijos; ni Maestro, si no os enseñara a progresar en la espiritualidad; ni amigo, si os abandonara en la prueba. Por eso estoy aquí, para cumplir como Padre, Maestro y Amigo vuestro. No estáis solos ni desamparados. Tenéis quién os guía, quién os apoya, y quién os bendice.
Recibid, pues, esta bendición: que ella sea fuerza para ustedes, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: Amén).
Recordad que el camino de la perfección es difícil pero no imposible. Paz.
Lectura: Eclesiástico, Cap. 39, Vers. 1 al 11.
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