4 de junio de 1988
Oíd, hombre del mundo, si queréis ganar sabiduría; prestad atención, hombre que quiere seguir la Ley del Reino, y llegarás a ser perfecto.
La paciencia.
La paciencia tiene tres grados, tres formas diferentes de ejercitarse.
El primero: sed pacientes con vuestros enemigos.
Vosotros tenéis a vuestro alrededor cantidades de personas que no conocen mi rostro ni viven mis pensamientos, que no se acercan a la Santa Madre Iglesia, que no se entregan en su vida a mí. Todos ellos son enemigos no declarados pero enemigos al fin de la salvación de vuestra alma y de su propia salvación. Sed pacientes con ellos, mantened la firmeza, no cedáis vuestro terreno, pues la gracia no cede frente al mal antes bien forma un dique, contiene al mal y terminará según mi inspiración convirtiendo ese mal que os aqueje a través de ellos en un bien para ellos y para vosotros si sabéis ofrecerlo.
En segundo lugar: la paciencia con vuestros amigos y compañeros, hermanos más cercanos, aquellos que os rodean que son parte de vuestra vida con quienes os unen afinidades, aquellos a quienes amais.
También debéis ejercitar vuestra paciencia con ellos pues por ser humanos tienen también sus defectos propios y vuestra obligación es ayudaros mutuamente a corregirlos con santidad, con humildad, mas con la misma firmeza.
La paciencia se basa en la firmeza del corazón en la fe.
Y el tercer escalón de la paciencia es con vosotros mismos, hijos.
Sed pacientes con vuestras dificultades y problemas por seguirme. Muchas veces sabéis ayudar a otros y no sois pacientes con vosotros mismos. Muchas veces guiáis bien a un rebaño numeroso y no sabéis siquiera a donde llevar vuestra pobre alma sedienta. Sed pacientes, no queráis todo bien y ahora sino dejadme trabajar, tiempo por tiempo, con vosotros para vuestro bien.
La paciencia trae aparejada aceptación de la voluntad divina.
Y sabed que este escalón de santidad es un signo importantísimo para el mundo y es el título de propiedad del Reino.
Felices los pacientes pues de ellos es el Reino de los Cielos.
Hermosas palabras, llevadlas a la práctica.
Nadie mejor que vosotros para poner en práctica mi Palabra en cada día. No esperéis el cumplimiento de otros para aprender. Ejercitaos vosotros mismos, todos los dones y el mismo don de la paciencia que afecta vuestra alma, lo hace en una forma especial en cada uno, no hay reglamentaciones ni recetas. Solo os puedo dar esto: mi bendición y mi apoyo si lo aceptáis es consagrarse a mi servicio.
Quién os ama os bendice a vosotros, hijos amados, y os sana de todo mal os proteja esta bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
He aquí las palabras y he aquí los hombres. Que vuestra actitud sea inmediata frente a ellas. Tened paz.
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