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¿QUÉ PADRE NO JUEGA SU VIDA
POR RESCATAR LA DE SU HIJO?

BERAZATEGUI, 11 de junio de 1988
CENÁCULO MARÍA REINA VICTORIOSA

Sabed, ovejas mías, hay muchos que acusan a vuestro Señor de falsedad, pues dicen: estos mensajes intentan asustaros y así se alejan, mas Yo os digo a vosotros que sois padres, ¿qué padre no advierte a su hijo frente al peligro?, ¿qué padre no juega su vida por rescatar la de su hijo?, pues bien, aquí estoy Yo, vuestro Padre y hermano, multiplicando medios para rescataros; el peligro es uno y el peligro es evidente. La humanidad está construida sin bases, habéis edificado sobre arena, este mundo, vuestro mundo, el mundo se ha desfigurado por falta de piedad y amor. Cuando os hablo del mundo no me refiero solamente al exterior; vean bien, hijitos, vean bien, es el mundo todo lo que os rodea y os quiere llevar lejos de mí y cuando hablo de los pecadores es a vosotros a quién hablo, ¿o acaso no habéis caído ya más de una vez?
Entended de hoy y por siempre que os amo y la multiplicación de manifestaciones responde solamente a ese Amor. Esa necesidad de vuestros corazones no se colmará jamás sino en el Reino. Vosotros necesitáis de vuestro Dios y Él viene a vosotros. Orad, pedid y buscad, y sabréis que el Dios verdadero no abandona a ninguna de sus criaturas. No os detestaré de mi lado, si os esforzáis a pesar de vuestros límites, pues bien sé que sois pequeños y así os he llamado. Por eso, al igual que los pequeños hijos os voy alimentando y ayudando en vuestro crecimiento hasta que podáis caminar solos. Y todos vosotros sabéis bien que importante es el padre y la madre para cada una de vuestras vidas, pues bien, Yo estoy aquí y sabéis, soy vuestro Padre y allí, brillante, esplendorosa, llena de amor, está vuestra Madre, Ella, Ella os llevará de regreso a Casa del Padre. No sintáis temor, estad seguros en vuestra ignorancia, pues Yo os enseñaré todo. Estad firmes en vuestros dolores, pues Yo consolaré a todos, estad tranquilos en vuestras penas, pues no son ajenas a mí, pues Yo se todo de todos siempre. Y si alguna vez creéis que me he olvidado de vosotros, volved atrás y veréis que así no ha sido, sino que vuestra desesperación no os ha permitido ver que me teníais a vuestro lado.
¡Bendito aquél que confía en su Dios y pone su corazón en manos de su Madre!
Tened paz, amados míos, vosotros sóis esperanza para este mundo. Seguid, Yo estoy con vosotros.
Os bendigo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
No se turben vuestros corazones por nada ajeno a vuestra salvación. Id en Paz.

Lectura: San Marcos, Cap. 4, Vers. 26 al 29.





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