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OÍD VOSOTRAS, MUJERES

20 de diciembre de 1989

La paz con vosotros, ovejas de mi grey.
Bendito sea aquél que sufre por seguir la voluntad de su Dios pues no será en vano su sufrimiento, antes bien, le será tenido en cuenta como prenda de salvación.
Os he anticipado que esta hora es sumamente importante, que este momento es de lucha decisiva y oíd bien, oíd bien lo que os diré. No voy pues a referirme a todos en general, hoy deseo hacer oír mi voz a todas las mujeres: ¡Oíd vosotras, mujeres! Cercano está el tiempo de la conmemoración de mi nacimiento, luego de haber pasado nueve meses escondido en el seno de una mujer, elegida por Dios desde el principio de los tiempos, pero mujer al fin. Y si por una mujer, el enemigo del alma, logró hacer entrar el pecado en el mundo, aprended de esta Mujer que con su obediencia y humildad revirtió la situación de tal forma que el mismísimo demonio le teme, no por sus fuerzas, sino por su humildad, no por sus valores sino por su sumisión a mi Voluntad, no por sus palabras sino por las de su Dios hechas vida en su vida. Oíd vosotras, mujeres: no dejéis que se pierda en el mundo vuestro auténtico valor, no dejéis que sea destruida vuestra integridad, no dejéis que la delicada flor que es cada mujer creada por mí, sea deshojada y manoseada, solo por el hecho de creérsela inferior o por hacerse de ella un uso materialista, no dejéis ni permitáis, mujeres, que vosotras, engendradoras de vida, madres físicas y espirituales de la humanidad, portadoras de un gran don de Dios como es la maternidad, seáis ultrajadas públicamente por otros y por ideas que hacen que aparezcáis frente al mundo como un artículo más de los diversos que existen para acceder al pecado. Debéis combatir duramente mas esta es vuestra hora. Una mujer va al frente del combate pues es mi Madre Santísima y detrás de Ella siguiendo sus huellas alinead vuestras filas, estrechad vuestros esfuerzos, haced uso de la libertad para el bien. ¿Qué es, hijas mías, el desenfreno existente en el mundo si vosotras no colaboráis?, ¿existirían acaso tantos medios de perdición si vosotras resistierais a pie firme las insidias del demonio?, ¿habría una juventud tan pervertida si vosotras en vuestro oficio de educadoras cumplierais según mis planes? Atended bien y no equivoquéis vuestra forma de pensar, no es esto un reproche hacia quienes están aquí sino un llamado a la vocación universal de la santidad de las mujeres, y esta es vuestra hora, os repito, mujeres.
Yo he instituido al varón para que lleve con firmeza la dirección en todas las cosas, mas como ángeles guardianes, vosotras, a su lado o alrededor, relacionadas o no con ellos, podéis hacer que estas decisiones vayan cambiando acorde a la limpieza y castidad que el Señor pide a este mundo. Vosotras sabéis como hacerlo, en vuestras familias, en la calle, en los templos, en cada lugar, presentad firmes vuestras convicciones cristianas, no os dejéis utilizar por las modas, no os dejéis utilizar por los pensamientos frívolos, no os dejéis ganar por el materialismo.
Sabed bien, amadas mías, que lo que vosotras cedéis de vuestra dignidad, hiere a todo el mundo y lo que defendáis por mí es defendido. Más mujeres al servicio de Dios, más santos en la tierra, sabedlo bien.
En mi infinita bondad y misericordia he venido a este mundo dependiendo en mis años de una mujer. Hoy nuevamente presento mis planes a vosotras, mujeres, para que deis vuestro sí y hagáis de mi voluntad la vuestra y de mis propuestas vuestra vida.
Tened paz, mantened alto el espíritu y dirigid vuestras miradas con fe hacia mi corazón que os ama y bendice en toda circunstancia y todo lo provee para vuestro bien, aún los dolores y las cargas pesadas serán bien para vosotros si dais vuestro sí a mi voluntad. Vosotras, mujeres, no dejéis pasar el tiempo en vano, poned manos a la obra, en vosotras está.
Yo os bendigo y desde aquí, a todos aquellos que tomen iniciativa para poner en práctica mis palabras. Recordadlo bien: firmeza, castidad, humildad, oración.
No se puede ser fiel a dos señores, olvidad al mundo y entregaos a mí. Si de mis manos habéis salido ¿dónde buscáis ir pues?
Mi bendición os acompañe en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Dad siempre gracias a vuestro Dios que extiende su misericordia sobre todas las criaturas. Tened paz.

Lectura: Sabiduría, Cap. 15, Vers. 15 al 17.





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