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Edición Nro. 18

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NO HAY PORQUÉ COMBATIR
UNA MANIFESTACIÓN QUE SOLO HA TRAÍDO
HASTA EL MOMENTO FRUTOS BUENOS

18 de febrero de 1990
Cenáculo María Reina y Señora de todo lo creado

Que la paz descienda sobre vosotros, ovejas de mi grey.
No juzguéis como indignidad los momentos en que mi Palabra no se dirige en determinados sitios, mas bien mirad que Yo sé la oportunidad y el momento.
Apartad de vosotros el pensamiento de indignidad de tal o cual sitio, pues en cualquier parte donde un corazón esté bien dispuesto, allí la voz del Señor se hace oír de una u otra forma.
Durante siglos y desde su nacimiento, la Santa Iglesia ha tratado de mostrar al mundo entero a un Dios vivo y presente, en todo y en todos, mas ahora en cuanto este Dios ha hecho realidad esta presencia mostrándose más cercano aún de lo que se puede imaginar con optimismo y con una manifestación tan sorprendente, como son mis Palabras, claras y verdaderas que llegan entre vosotros, ahora parecerían no comprender, que si mi voz se alza hacia las almas, es para reforzar esa idea, de mi presencia total en todo y en todos y más aún en aquellos que con corazón humilde me buscan sin cesar y conmigo se comprometen día a día en el cumplimiento de mis mandamientos. No hay porqué asombrarse pues de que esta Iglesia por mí fundada cuente ahora con este nuevo aliciente. No hay porqué asombrarse, más aún, no hay porqué combatir una manifestación que solo ha traído hasta el momento frutos buenos, pero no olvidéis que siempre, el oro se purifica en el fuego y he aquí que los combates que debéis librar son para eso, para vuestra santificación y purificación. No temáis, la Iglesia, la verdadera Iglesia, mi Iglesia, la que responde al Espíritu Santo mucho tiene que decir aún y mucho dirá.
Y os recuerdo: no os preocupe opinión de hombre alguno, sea cual fuere su investidura pues sujeto está a sus propias fallas y pecados, preocupaos por seguir el camino que os marca mi Doctrina de Espíritu y Verdad y así serviréis al auténtico Dios y a su Iglesia.
Yo os bendigo para que os mantengáis vivos con El Que Vive, santos con El Santo, fuertes con El Fuerte. Recibid en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Nada más fuerte que el Amor de Dios por sus criaturas, nada podrá separar a quienes correspondan a ese Amor de mi lado.
¡Arded como hogueras de Amor y llevad el calor de mis gracias a otros!
Paz a vuestros corazones.

Lectura: Eclesiástico Cap. 1, Vers 11 al 21.





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