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Edición Nro. 25

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¿QUÉ FRUTOS VÁIS A MOSTRAR?

18 de enero de 1991

La paz a vosotros, ovejas de mi grey.
Oíd las enseñanzas de la voz que habla a las almas para que vuestra respuesta sea auténtica y vuestro compromiso verdadero.
Un sembrador escogió de su granero semilla especial, preparó la tierra, la abonó y colocó en ella primorosamente cuidadas estas semillas de las cuales tanto él esperaba. El paso del tiempo, el riego y los cuidados, hicieron lo demás pues esta semilla produjo prontamente un pequeño tallo y luego un árbol, fuerte y grande, del cual el sembrador se sentía orgulloso al pensar en sus frutos. Llegada la época conveniente, las flores lo cubrieron y luego los frutos tan esperados se hicieron ver. Con auténtica ansiedad el sembrador se acercó a estos árboles y probó de sus frutos, mas descubrió con decepción que los mismos eran amargos. Todos y cada uno de los frutos fueron amargos e inútiles aún para alimento de animales. ¿Serán así vuestros frutos, solo agradables exteriormente, pero ácidos y amargos en su interior?, ¿qué frutos vais a mostrar? La semilla, es mi gracia, las atenciones, mi misericordia y amor, el tronco firme es mi bendición, los frutos son vuestra vida de todos los días. Yo soy el sembrador y espero en vosotros frutos agradables. Obrad pues acorde a mis pedidos o el tiempo que he dedicado a esta semilla habrá sido en vano.
Orad en estos días por el Papa cuya autoridad será seriamente cuestionada pues está en preparación un plan para destruir su imagen frente a todos los fieles. Orad por él y sabed que ante todo esta guerra que se ha desatado no es un castigo divino sino una consecuencia de vivir una vida alejada de los preceptos de Dios, del auténtico Dios, de vuestro Dios que os ama y os habla y os bendice en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Poned cuidado en vuestra espiritualidad como lo hacéis en vuestro vestido, vuestro alimento, vuestras comodidades, solo así demostraréis que habéis entendido mi mensaje.
La paz a los corazones abiertos a mi gracia.

Lectura: San Judas, Cap. 1, Vers. 5 al 17.





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